Guadalajara Imprescindible, un recorrido por los “hitos” más significativos de una ciudad con mucho por descubrir

Guadalajara es sin lugar a dudas una de las grandes sorpresas de nuestra geografía, a tan sólo media hora de Madrid. Heredera de grandes culturas y tierra de paso de multitud de pueblos, atesora un singular y excepcional legado artístico, reflejo fiel de la importancia alcanzada antaño como ciudad principal de Castilla. Tradición y modernidad confluyen en una ciudad de dinámica vida social y cultural, con eventos de lo más variopinto repartidos a lo largo de todo el año. Con esta propuesta el viajero hará un repaso por el devenir de la capital, conociendo de primera mano lo más destacado de su historia y patrimonio.

Flanqueada por dos barrancos, desde tiempos árabes estuvo rodeada por una sólida muralla. Buena cuenta de ello dan hoy los dos torreones que aún se conservan: el de Álvar Fáñez en el parque de la Huerta de San Antonio, donde también se encuentra la Oficina de Gestión Turística Municipal; y el del Alamín, en el barranco del mismo nombre, ambos reconvertidos en centros de interpretación. El primero, acoge una muestra sobre el escudo heráldico y la reconquista de Guadalajara; el segundo, un espacio dedicado a la vieja ciudad amurallada.

Dicho esto, indiscutible punto de partida es la plaza de España, ante el imponente Palacio del Infantado, buque insignia de la ciudad y casa de la familia Mendoza durante siglos. En su interior, su joya más valiosa, el Patio de los Leones; también dentro se encuentra el Museo de Guadalajara, el más antiguo de España, que no en vano este año celebra el 180 aniversario de su apertura. En él se exponen distintas colecciones de bellas artes, arqueología o etnología; junto a las Salas del Duque, ocupan toda la planta baja del edificio. En estas salas, y gracias a una iluminación muy cuidada, podemos admirar las pinturas del italiano Rómulo Cincinato.

Muy cerca de este palacio, se localiza la calle Teniente Figueroa, cuya traza es dibujada por varios edificios de interés, entre ellos, la Iglesia de Santiago, que formaba parte del monasterio medieval de Santa Clara y cuya magnificencia sorprende a todo aquel que la visita. Frente a ésta, el conjunto arquitectónico formado por el Convento de la Piedad y el Palacio de Antonio de Mendoza. Destacan sobre el resto, la portada del convento, firmada por Alonso de Covarrubias y dedicada a la Piedad; y el patio, uno de los mejores ejemplos de la primera arquitectura renacentista en España. El recorrido por el claustro nos permite admirar su bello artesonado y el escudo de Carlos V ubicado inicialmente en la puerta del Mercado, situada en lo que hoy conocemos como plaza de Santo Domingo.

Continuamos nuestro recorrido por otro palacio, uno de los más emblemáticos: el de la Cotilla. En su interior alberga una sala de incalculable valor: el Salón Chino, único en España, decorado con papel de arroz pintado a mano con motivos chinescos. También es posible visitar en este mismo edificio el espacio museístico de Antonio Buero Vallejo, uno de los grandes dramaturgos de nuestro país, nacido muy cerca de este punto donde nos encontramos, en la calle Miguel Fluiters, en el año 1916. O la sala dedicada al artista hispano-estadounidense José de Creeft, maestro de la escultura sin molde, donde se muestra el itinerario creativo de su obra, compuesto entre otros, por dibujos, acuarelas, serigrafía y escultura. Completa el interés de este monumento, la colección pictórica de Regino Pradillo, uno de los grandes artistas que ha dado la tierra de Guadalajara.

A muy poca distancia de este palacio se encuentra la capilla funeraria de Nuestra Señora de los Ángeles, adosada inicialmente a la iglesia de San Miguel, hoy desaparecida. Esta capilla fue proyectada por el alcarreño Luis de Lucena, humanista y gran intelectual de la época, al servicio del Vaticano y contertulio de los grandes de la Roma del Cinquecento. Su exterior ofrece aspecto de fortaleza, articulada por cubos de carácter defensivo, que en cierta manera recuerdan a las torres de la Sabiduría que flanqueaban el Templo de Salomón en Jerusalén. Mención especial requieren los frescos de su interior, donde se representan distintos pasajes bíblicos, entre otra decoración.

Muy próxima también se encuentra la Concatedral de Santa María, templo dedicado a Nuestra Señora de la Fuente, y cuyo origen se remonta a los siglos XIII y XVI. En ella confluyen de manera armoniosa distintos estilos arquitectónicos, desde el mudéjar al barroco, pasando por detalles renacentistas. Son muchas las obras de su interior, que bien merecen una parada en el recorrido: el retablo mayor, trazado por fray Francisco Mir a comienzos del XVII, donde se representan en relieve distintas escenas de la vida de la Virgen o la capilla del Santísimo, fundada por la familia Guzmán a comienzos del siglo XVI.

Continuamos nuestros pasos hacia los dos máximos exponentes de arquitectura funeraria en la capital: la cripta ducal de los Mendoza, ubicada bajo la capilla mayor de la Iglesia de San Francisco, y el Panteón de la duquesa de Sevillano, parte de la Fundación San Diego Alcalá.

El convento de San Francisco tiene orígenes remotos, ligados en sus inicios a la figura de los Templarios. Este convento contó desde siempre con el beneplácito de los duques del Infantado, siendo escogido por el décimo duque como lugar de descanso de su familia, mandando realizar el espacio que hoy conocemos. Esta cripta, diseñada a semejanza de la de los Reyes en el Escorial, está tapizada íntegramente por mármol rosa y negro, lo que le confiere gran belleza barroca. En la sala principal, de planta elíptica, se disponen en altura los distintos sepulcros. Tras la invasión napoleónica, los restos mortales de los Mendoza serían trasladados a la Iglesia Colegiata de Pastrana.

Atravesando la zona conocida como “el Fuerte” y también el final del Parque de San Roque, llegamos hasta la puerta que da acceso al Panteón de la duquesa de Sevillano. Se trata de un edificio aislado, promovido por María Diega Desmaissières y trazado por Ricardo Velázquez Bosco en el siglo XIX. Su cúpula vidriada de color púrpura es uno de los hitos del perfil urbanístico de la capital, visible desde numerosos puntos. En su interior profesan mármoles, piedras nobles y elementos decorativos de gran calidad, que lo elevan sin duda a ser uno de los panteones privados más importantes del mundo. En la planta baja, el majestuoso cortejo fúnebre de la duquesa, un magnífico grupo escultórico de mármol y bronce, ejecutado por Ángel García Díaz.

Una vez aquí, retornamos nuestros pasos hacia el casco histórico de la ciudad, pasando por los parques más emblemáticos, populares y céntricos de la misma, el Parque de San Roque, cuya variedad y frondosidad de arbolado hacen de él un auténtico jardín botánico, y el Parque de la Concordia, inaugurado a mediados del siglo XIX, que enlaza con la plaza de Santo Domingo. Desde este plaza, pasando por la del Jardinillo y la plaza Mayor, se pueden visitar las iglesias más emblemáticas del centro, como San Ginés, El Carmen o San Nicolás. También el Santuario de la Antigua, Patrona de Guadalajara.

No debemos marcharnos sin visitar el Museo Francisco Sobrino, muy próximo a la plaza Mayor, ubicado en unas antiguas naves proyectadas por Mariano Medarde de la Fuente en el siglo XIX. Este espacio alberga la colección de uno de los máximos exponentes del arte cinético mundial y de reconocido prestigio internacional, Francisco Sobrino, fundador del movimiento GRAV (Grupo de Investigación del Arte Visual).

Elena Ruiz Sanz
Técnico en Turismo