Jovellanos también vivió en Jadraque

Cuando se menciona a Jadraque, instantáneamente nos viene a la cabeza su impresionante castillo. Se trata de una fortaleza cuyo aspecto actual es obra del último tercio del siglo XV, aunque existieron construcciones anteriores. En el lugar se sucedieron asentamientos prehistóricos. Más tarde, durante el periodo andalusí, llegó a constituirse como una relevante plaza defensiva. Además, “quienes han buceado por las entrañas de la alcazaba han encontrado vestigios de la Edad del Hierro y de la época romana. Asimismo, los expertos coinciden en que hubo una torre vigía islámica en la cumbre del cerro”, explican desde el Consistorio.

Todo ello, ha desembocado en un complejo defensivo que preside la villa, levantado sobre la cima de un promontorio que fue calificado como el «cerro más perfecto del mundo» por parte del filósofo español José Ortega y Gasset. Una afirmación que se realizó a principios del siglo XX, cuando –desde la lontananza– el mencionado pensador divisó la loma sobre la que se asienta el enclave jadraqueño. Sin embargo, por esta localidad han pasado otras personalidades de primer nivel. Entre ellas, el escritor, jurista y político ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos, quien vivió en el emplazamiento tras salir de su presidio en Mallorca.

Este personaje asturiano fue hecho prisionero en Gijón el 13 de marzo de 1801, debido a su enfrentamiento con Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV. Tras ello, fue trasladado al castillo de Bellver, en Mallorca, de donde fue liberado el 5 de abril de 1808. Cuando llegó a la península, pasó por varios lugares, como Barcelona o Zaragoza, para dirigirse –a continuación– a la actual provincia de Guadalajara, donde tenía un destino concreto, según aseguraba José María Bris Gallego, en el artículo «Los días de Jovellanos en Jadraque».

El 1 de junio de 1808 arribaba a la villa jadraqueña, una vez liberado de su reclusorio isleño. “Llegó con el ánimo alterado por los sucesos que estaba viviendo, físicamente mermado, cano y calvo, deteriorada su salud, con una pérdida notable de la vista, y otros males aparecidos por el rigor, sin contar las heridas del alma infringidas por las injusticias contra él cometidas”, aseguraba Agustín Guzmán Sancho.

Así, su retiro en Jadraque se prometía muy «dulce». Podría recuperarse de todo ello. Una vez en este municipio, se alojó en la casa de su amigo y preceptor Juan José Arias Saavedra. Gracias a él, Gaspar Melchor “había entrado en la carrera de la toga”. La lealtad Juan José estaba a prueba de bombas. “Él era el que había pagado las deudas de Jovellanos y cuidado su hacienda en los momentos más difíciles, siendo destituido de su cargo de consejero de Hacienda y detenido en Sigüenza, sin más delito que ser amigo del asturiano”. A pesar de ello, “desde la Ciudad del Doncel no dejó de conspirar para salvar al ilustrado de su prisión de Bellver”, se asegura en «Jovellanos y Jadraque».

La amistad que unía a estos dos hombres también llevó a que Arias Saavedra acogiera a Gaspar Melchor en su mansión jadraqueña en un momento en el que el gijonés atravesaba un momento complejo. Por un lado, estaban los problemas de salud antes mencionados. “Allí encontró remedio para sus males gracias a las prescripciones del médico de Cifuentes –llamado Juan Manuel Gil de Vergara–, a la compañía de sus amigos y a las tardes de paseo por la ribera del Henares”, añade el historiador Agustín Guzmán Sancho.

Además, el asturiano “tenía que hacer frente a una nueva encrucijada en su vida, pues los franceses le conminaban a que se presentara en la Corte para que tomase partida por José Bonaparte, ofreciéndole varios ministerios”. En aquella época, las tropas galas habían invadido España –cuando iban camino de Portugal–, produciéndose un conflicto civil entre los defensores de las ideas liberales procedentes del país vecino y los «patriotas» de los ejércitos peninsulares.

A pesar de los acontecimientos que atenazaban a nuestro país, el escritor, jurista y político ilustrado pudo desconectar y reponerse de algunas dolencias que padecía. “En Jadraque, a pesar de la zozobra por los acontecimientos que se sucedían en el país, Jovellanos se fue recuperando de las enfermedades contraídas durante los años que sufrió el cautiverio en Mallorca”.

Mientras tanto, desde el municipio arriacense, el referido intelectual comenzó una «relación amistosa» con Lord Holland, a quien, “declarándose ya abiertamente por el «partido de la Libertad», le escribe pidiéndole que empleara su influencia ante el gobierno inglés en favor de España y en contra de Napoleón”, expresa Guzmán Sancho.
El gijonés estuvo viviendo en la localidad caracense hasta finales del verano de 1808. “Fue precisamente en Jadraque, y un 8 de septiembre –festividad de la Virgen de Covadonga–, cuando Jovellanos aceptó el nombramiento que le hicieron sus paisanos asturianos como su representante en la Junta Central”, explica el Agustín Guzmán Sancho. Así, “pasadas con los jadraqueños las fiestas de su Santísimo Cristo de la Cruz a Cuestas –patrono de la villa–, el 17 de septiembre dejó para siempre aquel «dulce retiro» y aquellos «dulces amigos»”.

La herencia de Jovellanos en Jadraque
Uno de los legados artísticos que hizo el gijonés a la villa jadraqueña fue la «Saleta de Jovellanos», que se ubica en la planta baja del antiguo palacio de la familia Arias de Saavedra, conocida como la «Casa de las Monjas». El enclave se constituye como como “una pequeña habitación de 4,75 por 4,50 metros, así como una altura de dos metros y medio, con pinturas en las cuatro paredes, aunque una de ellas la ocupa –casi en su totalidad– la puerta del balcón que conducía al jardín”, describe José María Bris Gallego.

En dicho emplazamiento “podemos disfrutar de los frescos realizados por Manuel Martínez Marina [secretario y amanuense del ilustrado gijonés], por Gaspar Melchor Jovellanos y por Francisco de Goya”, confirman desde el Ayuntamiento. “La «Saleta» está decorada por 14 rectángulos, ocho verticales y seis horizontales. El zócalo, bastante alto, se encuentra compuesto por ocho cuadrados y un rectángulo, en cuyo interior se insertan sendos círculos en los cuadrados y una forma de polígono octogonal alargada en el rectángulo”, se explica en «Los días de Jovellanos en Jadraque». “Las pinturas representan el momento en el que el referido intelectual estuvo en prisión, sus vivencias y sus recuerdos de su patria natal –Asturias–, así como la situación socioeconómica y política de la España del momento”.

De los 14 dibujos señalados, los ocho verticales están rodeados de grecas de color blanco y en medio tienen 11 diseños, consistentes en cuatro medallones, tres en forma de octógonos irregulares, dos rectángulos y otros dos dibujos en forma de abanicos. “En las 17 pinturas encontramos representaciones de la naturaleza, de la arquitectura, de elementos literarios, de personajes satirizados y de soldados romanos”, explica José María Bris Gallego.

En el espacio aludido también se distinguen una serie de unas vistas de Mallorca, “las mismas que el ilustrado había pintado en la celda del castillo de Bellver, tal vez para dejar recuerdo de su estancia en esta acogedora casa y testimonio de su libertad”, explica Guzmán Sancho. “La «Saleta» es una simbología de la prisión de Jovellanos en el castillo de Bellver, reflejando en las pinturas sus vivencias, el estado de su espíritu y junto con recuerdos mallorquines, así como la nostalgia hacia su Asturias querida y lejana”.

Además, Gaspar Melchor tuvo la suerte que “Goya, yendo de Madrid a Zaragoza, pasó por Jadraque y se hospedó en la misma casa y pintó en la «Salita» unos medallones en los que retrató a los protagonistas –incluido Fernando VII– del Motín de Aranjuez, la revuelta que trajo la libertad a Jovellanos”. Al mismo tiempo, el zaragozano plasmó en el lugar el cuadro «El Jadraque», que hoy se puede visitar en el Museo del Prado.

Por tanto, el transcurrir del ilustrado gijonés por Jadraque fue breve pero intenso. Apenas vivió en este municipio tres meses y medio, aunque dejó una huella muy relevante. Durante su estancia en la villa no sólo se recuperó de las dolencias que padecía, sino que adoptó decisiones muy importantes que acabaron afectando al devenir del país, como formar parte de la Junta Central. Además, y gracias a su amistad con Francisco de Goya, el reconocido pintor también llegó a ser vecino jadraqueño, participando en la elaboración de las pinturas existentes en uno de los cuartos principales de la mansión de los Arias Saavedra. Una «Saleta» que aún hoy se puede visitar y que es de una gran calidad compositiva. ¡No te la pierdas!

El preceptor
En la estadía de Jovellanos en Jadraque tuvo un papel muy importante su mentor, Juan Arias Saavedra. Pero, ¿quién fue este personaje? “Había nacido en Atienza en 1737, aunque era de madre jadraqueña. Vivió en Madrid y pasaba largas temporadas en Jadraque, estudió Leyes e ingresó como profesor en el Colegio de San Ildefonso de Alcalá de Henares, donde en 1764 conoció a Jovellanos, que –gracias a una beca canonista del obispo de Oviedo, Velarde– había ido a allí a estudiar Leyes y Cánones”, relataba José María Bris Gallego.

“Arias de Saavedra examinó al gijonés para la obtención de la plaza de colegial y se convirtió, desde entonces, en su mejor amigo y asesor, influyéndole para que abandonase la carrera sacerdotal y se dedicase –como así fue– a la magistratura”, señalaba Bris Gallego. Arias Saavedra fue ministro del Consejo Superior de Hacienda y director general de los Regulares Expulsos, aunque en 1801 –y debido a su amistad con Jovellanos– fue desterrado a Sigüenza.

Posteriormente, volvió a Jadraque, donde existía una mansión familiar –la «casa de las Monjas, en la que se encuentra la famosa «Saleta»–. Allí recibió a Jovellanos. Sin embargo, y “después de haber asistido a la formación de la Junta Superior de Guadalajara, de la que formaba parte, y ante el acoso de los franceses, se vio obligado a huir, refugiándose en un pueblecito guadalajareño –Bustares–, donde falleció el 23 de enero de 1811”, concluía Bris Gallego.

 

Bibliografía
BRIS GALLEGO, José María. «Los días de Jovellanos en Jadraque», Boletín Jovellanista, X, 10 (2010), 133–150.
GUZMÁN SANCHO, Agustín. «Jadraque se acerca a Gijón. Un reencuentro de honda significación Jovellanista», Boletín Jovellanista, X, 10 (2010), 129–132.
VV.AA. «Jovellanos y Jadraque», Boletín Jovellanista, X, 10 (2010), 125–128.