Antonio Aragonés Subero. Comamos y Cantemos… que el Abad ya comenzó

Antonio Aragonés Subero
Antonio Aragonés Subero

Casi al pie de la capital de la provincia se encuentran los Yélamos, el de Arriba, y el de Abajo. En marco que, visto desde la lejanía, se nos antoja digno de enmarcar, dentro de las bellezas naturales de la Alcarria. El de Abajo fue señorío de los Gómez de Ciudad Real, que fueron gente de postín en la Guadalajara de los Mendoza y gozaron, como los duques del Infantado, de noble e hidalga casa palacio, sobre la que se levantó, en los años finales del siglo XIX la casa provincial, o Palacio de la Diputación.

El de Arriba siempre fue del Rey, tierra de Guadalajara y Señorío Real. Eso sí, tuvo la ventura de que lo pintase Rafael Pedrós, y de él escribiese otro hidalgo de las letras provinciales, en él nacido, Antonio Aragonés Subero.

Antonio Aragonés, maestro en un mundo de etnógrafos
Un Antonio Aragonés Subero, que nació en Yélamos de Abajo, el 20 de diciembre de 1921, y en Yélamos comenzó los estudios; que continuó en Guadalajara, donde se hizo maestro, aunque nunca ejerciese la docencia tal y como hoy la conocemos, compartió tiempo de estudios folclóricos, etnológicos o etnográficos con algunos de los grandes nombres que ha dado la provincia.

Cuando Aragonés Subero comenzó a recorrer los caminos, de la Alcarria primero, de la Campiña y el Señorío, y de la Sierra después, andaban a lo mismo, unos a la caza de botargas y otros de costumbres y tradiciones, tres de los indagadores que nos legó la Guadalajara del siglo XX, Sinforiano García Sanz por un lado; junto con José Sanz y Díaz y el Doctor Castillo de Lucas, por el otro, como representantes de una generación, o una escuela, comenzada por don Gabriel María Vergara.

Aragonés Subero también fotografió a rondadores y danzantes
Aragonés Subero también fotografió a rondadores y danzantes

Eran tiempos en los que el folclore se miraba de reojo; como que no tenían buena fama las danzas, o las botargas, que parecían cosas de demonios; con algunas coplas que subían los colores.

Aquellos hombres, y Aragonés Subero, se encargaron de ir recopilando cuanto pudieron. Que no fue poco. El inmenso patrimonio etnográfico de Guadalajara es hoy lo que es gracias en parte a ellos; a quienes continuaron su labor y, por supuesto, a las gentes que por los cuatro rincones provinciales conservaron la memoria.

Danzas, rondas y música popular
Fue, don Antonio Aragonés Subero, autor de dos obras que se han convertido con el pasar del tiempo en fundamento, sazón o esencia, para conocer una gran parte del folclore y de la gastronomía de la provincia. Ambos vieron la luz casi a un mismo tiempo, en el año 1973 editados por el Patronato de Cultura Marqués de Santillana, de la Diputación Provincial de Guadalajara, que los ponía a disposición de lectores e investigadores, respondiendo al compromiso impuesto en las bases de la convocatoria del premio de ensayo literario con motivo de la celebración del IX Día la Provincia, en 1972.

Las obras de Aragonés Subero son clásicas, al día de hoy
Las obras de Aragonés Subero son clásicas, al día de hoy

El prólogo del libro corrió a cargo de otro de los hombres que pasaron dejando huella, don Paco Cortijo Ayuso quien fue y sigue siendo nombre de referencia por la parte pastranera de la Alcarria.

La delicia de sus páginas está en que por ellas bailotean los danzantes de Utande; Majaelrayo, Valdenuño, los Condemios o Galve, como si el tiempo no hubiese pasado. Y arde el judas al paso de las procesiones del domingo de Pascua por Palazuelos, Peralejos o Sacecorbo, como si el gentío llenase sus plazas; y plantan los mozos el mayo y cantan a las mayas, por Alocén, Berninches o las Cendejas, como si Guadalajara entera celebrase el abril cumplido.

Comamos hermanos, que empezó el abad

La cocina tradicinal es la esencia de la obra gastronómica de Antonio Aragonés
La cocina tradicinal es la esencia de la obra gastronómica de Antonio Aragonés

La “Gastronomía de Guadalajara” es la segunda de las obras que don Antonio nos legó. En esta ocasión el prólogo se lo escribió don Camilo José Cela, y la portada se la pintó otro de los alcarreños que dejaron su corazón por el sentimiento de estos pagos, el pintor Rafael Pedros Lancha. Don Camilo escribió el prólogo en el mes de mayo, y coincidiendo que por el de julio anduvo por Guadalajara, don Antonio lo invitó a merendar en su bodega de Yélamos, que se convirtió en una especie de ateneo para los hombres sabios de Guadalajara. Fue el 28 de julio de 1973; la reunión tenía como objeto principal leer las galeradas del libro recién concluido.

La merienda consistió en tocino magro, queso curado, migas de la Alcarria, chuletas a la brasa, chorizo sudao, pestiños y crispines de Budia, té de roca y aguardiente de Morillejo. En la despedida, Aragonés Subero regaló a don Camilo un garrote, unas alforjas y un pan, por si quería volver a echarse al camino de la Alcarria. Que se echó.

Al día de hoy, cuando la cocina ha evolucionado de tal manera que los platos se han convertido, o lo pretenden, en obras de arte, es admirable un libro como el que nos legó Aragonés Subero, en el que el pan huele a recién hecho en horno de leña; las monillas de Malacuera a fiesta; la leche se engolosa en Las Inviernas y el cabrito a la pastora sabe a tomillo de Taragudo.

Don Antonio
Ambos libros dieron a Aragonés Subero, en el folclor provincial, el honroso título de Don Antonio. Escribió en algún que otro periódico provincial sobre cosas de la tierra. Y fue llamado a ser consejero en el Instituto Provincial de Cultura Marqués de Santillana; e igualmente tomó parte del consejo de redacción de aquella revista, “Cuadernos de Etnología de Guadalajara”, que por la mitad de la década de 1980 comenzó a dejar, desde la primera institución, reseña escrita de las tradiciones, las fiestas y las mil curiosidades de una Guadalajara con tantas cosas que contar.

Don Antonio falleció el 9 de marzo de 2011. Al día siguiente se quedó a reposar para siempre en su Yélamos, ese pueblo que tiene sentir y aroma alcarreño. En el camino nos dejó su obra, que es lo mejor que puede quedar de quien se marcha; la obra, y el recuerdo, que huele y sabe a miel de la Alcarria y migas con tropezones mientras se escucha de fondo el sonido del tambor y palitroquean con su ritmo machacón los danzantes de Condemios de Abajo dando pie a sus “Tronchos”, o los de Galve, danzando a su Virgen del Pinar. Y, a las espaldas de la iglesia de Alcolea de las Peñas, alguien entona, con aires de jota, la letrilla de un cantar: ¡Señor Cura, baile usted… ¡Que Cristo se lo perdona…!

O aquellas otras con las que, por Yélamos de Abajo, felicitaban la Navidad:

En la hermosa noche aquella
Belén se llenó de luz,
brilló en el cielo una estrella,
y nació el niño Jesús…

Antonio Aragonés Subero, escritor y etnógrafo, nació en Yélamos de Abajo (Guadalajara), el 20 de diciembre de 1921; falleció en Madrid el 9 de marzo de 2011.