40 años de la matanza de Atocha: Recordar para reconciliar

Monumento recordatorio de la matanza de Atocha de 1977
Monumento recordatorio de la matanza de Atocha de 1977

Se cumplen cuarenta años de un crimen que marcó sin lugar a dudas la Historia de España, y que lejos de aterrorizar a una Izquierda española que se preparaba para la construcción democrática de un país que vivía todavía a la sombra de la dictadura, afirmó a la inmensa mayoría de los españoles en su deseo de romper el esquema de dos España antagónicas dispuestas a tomar las armas una vez más y prolongar así la peor herencia de cuarenta años de dictadura franquista: el odio fratricida.

La sangre derramada de los abogados de Atocha cayó sobre las conciencias como un grito de libertad, democracia y paz. En una España asustada, sobrecogida por el reto inmenso de aprender a convivir, donde todavía ser comunista era un delito perseguible y perseguido, el cruel asesinato a sangre fría de unos abogados laboralistas que defendían los derechos de los trabajadores, en el ambiente de una huelga del transporte, puso a la derecha española de entonces ante el espejo, y la inmensa mayoría bajó los brazos y abrió el corazón hacia los españoles del otro lado de la historia, para fundirse en un abrazo de democracia y paz que, a la postre, significó la derrota del odio, la caducidad del terror, y la apertura de voces, almas y ventanas a la libertad y la paz.

No resultó fácil, ni acabó tras el funeral multitudinario, la siembra de cadáveres ni la llamada al odio y la batalla desde las trincheras del rencor. Pero sobre las tumbas de aquellos abogados laboralistas, sobre la tumba de nuestro paisano Ángel Rodríguez Leal, la Izquierda española, socialistas y comunistas unidos, se juramentó para aceptar con coraje el reto de construir la paz sobre la base de una Constitución que reflejara los deseos del pueblo y garantizara la participación y el respeto a la voluntad de los ciudadanos.

Aquel acto de valentía política, en aquel frío mes de enero de hace cuarenta años, asumido sobre un mar de rosas y claveles rojos, significó el principio del fin de la caverna. Atocha es desde entonces símbolo de batalla por la paz y la libertad, por la Constitución y por la reconciliación, y siempre hay que tenerlo presente, porque los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Quienes vivieron aquellos días en plena madurez saben lo difícil que fue la Transición. Quienes niegan su legitimidad, quienes la desvirtúan trazando una caricatura de la misma olvidan e insultan a muchos españoles valientes que fueron capaces del mayor de todos los esfuerzos: convivir en democracia con quien apenas unos meses antes era, sencillamente, su enemigo atávico y mortal.

Hace cuarenta años, los españoles nos horrorizamos ante un crimen que tenía todos los componentes del terror, toda la crueldad de la cobardía cuando se cree impune, y apostamos por una España autonómica, democrática, constitucionalista que ha triunfado sobre la Historia y sobre el destino violento que muchos auguraban.

Recordar Atocha es guardar memoria de lo que significó dar la vida por unos ideales de justicia, de igualdad, de libertad… y recordar a quienes fueron las víctimas supone reclamar el honor de su memoria para sentirnos ciudadanos libres de pleno derecho y por derecho.

La democracia no fue un regalo. Fue el resultado de mucho coraje, de mucha voluntad, y de un tremendo esfuerzo para librarnos de la carga del odio, del peso del rencor. Recordar esta matanza y a sus víctimas, recordar a Julio Rodríguez Leal y a sus compañeros, no puede herir sensibilidades, sino alentar a las nuevas generaciones en el camino de la paz, del respeto, del amor a España y a los españoles, sobre todo a quienes nos legaron el regalo de la libertad, en el periodo de paz más largo y fecundo de nuestra historia.

Emiliano García-Page
Presidente de Castilla-La Mancha